DIA 20 DE OCTUBRE DE 2007
EXCURSIÓN: CAPRALA-LES FERMOSES-SIERRA DE CASTALLA-BARRANCO DEL SALTO DE LA MULA-EL AVAIOL-CAPRALA
DIFICULTAD: MEDIA
LONGITUD: unos 15 kilómetros
HORA Y LUGAR DE ENCUENTRO: las 8,45 a la entrada del Polígono Industrial de Elda, al cual se accede por la misma salida hacia el Hospital. Después de la rotonda que da acceso al polígono, a la izquierda ha de quedar una nave con el rótulo de EMCASA. Ese es el meeting point. Desde donde iremos todos en comparsita hasta la zona de aparcamiento. Que no se os peguen las sábanas y así podremos disfrutar del frescor de la mañana y casi coger con la mano el avión de las 9.50.
Los alicantinos saldremos del lugar acostumbrado a las 8 del matí.
FINAL DE EXCURSIÓN: 5 de la tarde
Tened la curiosidad de coger un mapa.
Desplegarlo es abrir el mundo, crearlo. Coordenadas: Sax, Petrer,
la Replana (sierra de Argueña), Sierra de Castalla,
Chorret de Catí, Sierra del Fraila, Sierra del Caballo. Buscamos
con el dedo sobre el mapa. ¡Aquí! Un punto,
insignificante, que es un mundo, como el Macondo de “Cien años
de soledad”. Sólo existe lo que tiene nombre y el mero hecho de
nombrar es darle vida, separarlo de lo otro. Nombre propio, nombre
común. CA-PRA-LA. Enigma fonético.
¿Qué me trajo a Caprala?
Una recomendación de un muchacho con el que coincidí hace
años por el Pantanet, el sonido tan retumbante y tan arbitrario
de la palabra y la proximidad del lugar: las grandes cosas
están cada vez más cerca. Pero hasta el finales del
año pasado no le hinqué el diente. Me fascinó.
Después, este mes de julio, en
el Congreso Internacional sobre Villas Romanas en el
Mediterráneo Occidental, el director del Museo de Elda
proyectó una foto en blanco y negro con unos vestigios
pertenecientes a una villa romana que estaba por allí, aunque no
precisó. Era una pista para mirar, para entender el lugar, su
sentido en el tiempo. No estamos lejos del Monastil,
estratégicamente situado para el control del paso entre el mar y
la meseta ahí al lado: lo veremos desde el meeting point.
Durante un tiempo se ha creído que aquí estuvo la
legendaria ciudad de Elo. Este poblado ibérico pasó a
manos de los romanos, que se asentaron en la terraza fluvial por
excavar. Por otro lado, en la zona hay una pequeña cueva con
fuente que, para mí, debió ser un ninfeo. Hay una cruz
grabada en la roca, señal seguramente de cristianización.
Indicios.
Con respecto al trazado, brevemente
diremos que la etapa es de fácil recorrido (nadie sufrirá
de vértigo), progresiva en el ascenso, amplísima y
variada de vistas (montes y altos conocidos, una de las más
extensas masas se pino a la vista cerca de nosotros...), con muy buen
aire, etc. El primer tramo es de calentamiento, charla, risas...
El segundo, una larga pero mesurada subida entre pinos hasta Les
fermoses, por una senda que recuerda como ninguna otra los Pirineos
(perdonad la exageración). A nuestra izquierda tenemos el
barranco de Peret y el Pla de Molas. Cuando nos apetezca, almorzamos.
Después, un buen tramo llano entre almendros, hasta llegar al
collado del Pino (el nombre se lo he puesto yo), con Ibi al fondo.
Ahí empieza otra subida un poco más dura e
incómoda por el firme. Al rematarla cambiamos de valle. Veremos
luego la senda que conduce hasta el Despeñador, pero nosotros
tomaremos una senda de cazadores a la derecha que desciende lo que
hemos subido y un poco más. Pasaremos por casa Castalla, campos
de cereal...y acabaremos en el lecho del barranco del Salto de la Mula,
bonito y sin dificultad. Las formas de la roca, debidas a la
erosión del agua y del aire, son de manual de Geografía.
El barranco nos conduce hasta las proximidades de la hoz del Pantanet,
buen lugar para comer y fijar otro hito en nuestro mapa mental del
paisaje y morirse de ganas por hacer la Crestería del Fraile. Y
después caminito hacia el Avaiol, finca de la Dipu, con albergue
incluido. Pasaremos por él y tendremos cerca el alto del
Caballo, pero eso es ya otra historia que queda para otro día,
como queda el barranco de la Escurrina, que David y Lluis hicieron por
abajo y yo por la parte de arriba. ¿Para primavera?
Se adjunta una pequeña
colección de fotos. Creo que no necesitan comentario. Pero
diremos unas cosillas. Esta ruta tiene, para mí, las vistas
más hermosas de la Peña del Cid. Lo veréis. La
ruta comienza en un pequeño estrecho, con marca del GR-7, que
parece abrir la puerta a un poblado amurallado. En lo alto, un risco
parece una señal para configurar el mapa mental. Por las
especiales condiciones climáticas, veremos unas plantas de
esparto grandes, vistosas. Los gamones (asfódelos), en
primavera, alcanzan una enorme altura y pueblan el terreno con su flor
blanca. Aulagas, jaras, romero, tomillo, cinoglosas, lino azul. En el
barranco del Salto de la Mula (¡¿?!) veremos unas marmitas
enormes y el nacimiento de un microclima, con plantas
mediterráneas que ofrecen un verdor y un brillo espectacular por
la humedad del sustrato. Las formas que la erosión ha producido
son espectaculares. Llevad la cámara en ristre.
Además, en todo el recorrido
tendremos la suerte de ver una segunda primavera tras las recientes
lluvias. Una gozada. Don´t miss it.
Y termino estas notas pues es corto el
viaje de acercamiento a este pequeño paraíso y largo el
camino que nos queda por hacer. Para acabar, me remito a ese librito
mínimo de Hermann Hesse, “El caminante”, que me ha
acompañado en muchos vagabundeos. Entresaco unas líneas y
un poema.
En el capítulo “Cielo nublado”
encontramos estas líneas:
“Sé que el mundo es hermoso,
que a veces es infinitamente más hermoso para mí que para
nadie, que los colores tienen más dulzura, el aire fluye con
más facilidad, la luz flota con más delicadeza. Y
sé que debo pagarlo con los días en que la vida es
insoportable. Existen buenos remedios contra la melancolía: el
canto, la piedad, el vino, la música, la poesía, el
vagabundeo”
Y el libro termina con este poema:
Atardecer
Al atardecer, los enamorados
cruzan lentamente el campo,
las mujeres sueltan sus cabellos,
los negociantes cuentan dinero,
los ciudadanos leen con angustia
las últimas noticias impresas,
los niños, con los puños cerrados,
duermen tranquilos y saciados.
Cada uno hace los que debe,
cumpliendo el deber que tiene,
parejas, niños, ciudadanos...,
¿no he de hacerlo yo, acaso?
¡Claro! Al atardecer, mis actos,
de los que soy esclavo,
no pueden sustraerse del mundo,
tienen sentido profundo,
y por eso salgo, me paseo,
bailo para mis adentros,
entono canciones populares,
alabo a Dios y a mí mismo,
bebo vino y me imagino
que tal vez soy un pachá,
siento molestias en el riñón,
sonrío y aún bebo más,
digo que sí al corazón
(no puede por la mañana),
urdo con penas pasadas,
jugando, una poesía;
estrellas y luna giran,
e intuyendo su sentido,
siento que viajo con ellas:
adónde, no lo sé.
Manolo